El Rey Salomon


El Rey Salomón y la Construcción del Gran Templo



Salomón, hijo del rey David, subió al trono de Israel rodeado de una atmósfera de esperanza. Su padre, ya anciano, deseaba ver cumplido un sueño que lo había acompañado durante toda su vida: la construcción de un templo digno para el Dios de Israel. Pero Dios le había dicho a David que no sería él quien levantaría la Casa Sagrada, sino su hijo. Así, Salomón heredó no solo un reino fuerte, sino también la misión más sagrada de su linaje.


Desde los primeros días de su reinado, Salomón buscó la sabiduría divina para gobernar al pueblo, y esa misma sabiduría lo guio mientras ponía en marcha el proyecto del templo. No era una obra cualquiera; debía convertirse en el símbolo visible de la presencia de Dios entre los israelitas, un lugar donde el pueblo pudiera acercarse en oración, sacrificio y alabanza.


Para ello, Salomón se rodeó de los mejores artesanos y arquitectos de su tiempo. Selló alianzas con reinos vecinos, como el de Hiram, rey de Tiro, quien envió madera de cedro y ciprés, junto con obreros expertos en tallado y construcción. El cedro del Líbano, famoso por su resistencia y fragancia, sería el material principal de la estructura.


Miles de hombres trabajaron en turnos organizados. Unos cortaban madera en los montes del Líbano, otros labraban enormes piedras en canteras lejanas, y otros las llevaban hasta Jerusalén. Un detalle sorprendente distinguió esta obra: en el lugar mismo donde se levantaba el templo no se oía ni un solo golpe de martillo o cincel. Todo se preparaba en otro sitio para que, al ensamblarlo, reinara el silencio. Así se preservaba la solemnidad del proyecto, pues la casa de Dios debía levantarse en un ambiente de paz.


La construcción tomó siete años completos. El templo se alzó sobre el monte Moriah, el mismo lugar donde Abraham había estado dispuesto a ofrecer a Isaac. Medía unos treinta metros de largo, diez de ancho y quince de alto. Su interior estaba cubierto de oro puro, desde las paredes hasta los utensilios. El Santo de los Santos, la parte más sagrada, guardaría el Arca de la Alianza, símbolo del pacto entre Dios y su pueblo.


Cuando el templo estuvo terminado, Salomón convocó a todos los ancianos y líderes de Israel. El Arca fue trasladada desde la Ciudad de David en una procesión solemne. Sacerdotes y levitas ofrecían sacrificios mientras el pueblo observaba en silencio reverente. Cuando el Arca fue colocada en el Santo de los Santos, una nube densa llenó el templo: era la gloria del Señor manifestándose entre su pueblo.


Salomón, conmovido, elevó una larga oración pidiendo a Dios que escuchara siempre las súplicas de quienes se acercaran a ese lugar santo. Agradeció la fidelidad divina y dedicó el templo con sacrificios y celebraciones que duraron días.


Así, el templo de Salomón se convirtió en el corazón espiritual de Israel, un símbolo de sabiduría, fe y obediencia. Fue la coronación del reinado del rey más sabio, y una obra que marcó para siempre la historia del pueblo de Dios.

 


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Posted by Facebook on Friday, December 5, 2014
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