Historia de los gladiadores en el Imperio Romano
Los gladiadores surgieron en la Antigua Roma alrededor del siglo III a.C., durante la época republicana, pero alcanzaron su apogeo en el Imperio Romano. Inicialmente, los combates gladiatorios formaban parte de rituales funerarios etruscos para honrar a los muertos.
Sin embargo, estos enfrentamientos evolucionaron hasta convertirse en un espectáculo público para entretener a las masas. Los gladiadores eran, en su mayoría, esclavos, prisioneros de guerra o criminales, aunque algunos hombres libres también se ofrecían como gladiadores por la fama y el dinero.
Con la expansión del Imperio Romano, los combates de gladiadores se volvieron una parte esencial de los juegos en los anfiteatros, como el famoso Coliseo de Roma, inaugurado en el año 80 d.C. Durante estos espectáculos, los gladiadores luchaban entre sí o contra animales salvajes, ofreciendo combates sangrientos que deleitaban al público. A pesar de los riesgos, los gladiadores podían alcanzar gran popularidad y, en algunos casos, incluso obtener su libertad.
El auge de los gladiadores se extendió hasta el siglo V d.C., cuando los juegos empezaron a declinar debido a los cambios sociales y el auge del cristianismo, que veía estos espectáculos como inmorales. Los últimos combates de gladiadores registrados tuvieron lugar en el año 404 d.C., bajo el emperador Honorio.
LOS GLADIADORES (cuando la violencia extrema era un espectáculo mortal vitoreado como la máxima expresión de virilidad).
Cinco son los nombres de Gladiadores que pasaron a la historia por sus hazañas y valor, aunque hubo muchos más, estos son los más reconocidos:
Marcus Atilius:
La historia de este gladiador romano es muy particular.
Marcus Atilius nació romano, era ciudadano por derecho del imperio, pero decidió unirse a la escuela de gladiadores para intentar saldar muchas de sus deudas que había adquirido a lo largo de su vida.
Las hazañas de este gladiador tan atípico fueron descubiertas en algunos dibujos y mosaicos en el año 2007 y se convirtió en una de las leyendas más recordadas de la arena de Roma.
Se cuenta que Marcus Atilius derrotó a Hilario, el gran gladiador perteneciente al emperador Nerón. Después se enfrentó, y derrotó, Lucius Felix, uno de los gladiadores con más batallas victoriosas de la historia de Roma.
Vero y Prisco:
Resulta paradójico que de estos dos rivales en la arena, que vivieron una de las peleas mejor documentadas de la Antigua Roma, no existen casi datos de cómo fueron sus vidas lejos de la arena. Su batalla a muerte tuvo lugar en la inauguración de el gran Anfiteatro Flavio y se cuenta que su lucha se extendió por horas.
Una vez exhaustos por su feroz batalla, ambos decidieron rendirse bajando sus espadas en la arena para no matar al otro. Ante esto, con un público enfurecido por la brutal pelea entre Vero y Prisco, y ante tal muestra de respeto mutuo, el emperador Tito no tuvo más remedio que concederles el indulto.
Les dió la libertad entregándoles la ya famosa espada de madera que obtenían los gladiadores cuando llegaban a la vejez sin haber muerto en ninguna contienda.
Spiculus:
De Spiculus se cuenta que tenía una especial relación con el malvado emperador Nerón, que disfrutaba como morían los gladiadores romanos en la arena del Coliseo.
Esta proximidad le valió a Spiculus para ser uno de los más famosos luchadores del siglo primero.
El emperador le regaló palacios, riquezas y esclavos para él y su familia, convirtiéndose en uno de los gladiadores más ricos de la época.
Aunque poco se cuenta de sus batallas en la arena, quedó reflejado por diferentes cronistas de la época de Nerón que este, una vez fue depuesto de su cargo, mandó buscar a Spiculus para que fuera él quien lo matara con su espada. Pero Spiculus, colmado de riquezas por el emperador huyó de Roma.
ESPARTACO:
Sin duda alguna, Espartaco fue el gladiador más famoso de la historia del imperio romano.
Fue un soldado tracio capturado y vendido como esclavo. Poco después, Léntulo Batiato, acostumbrado a ver gladiadores en el foso, vió en Espartaco a un luchador de gran potencial y lo compró para convertirlo en gladiador en su ludus de Capua.
Sus hazañas en la arena fueron muy comentadas entre la nobleza romana, pero también supo ganarse el respeto de sus compañeros de foso.
En el año 73 a.C., organizó la mayor revuelta de esclavos que se había visto en el Imperio cuando convenció a setenta compañeros gladiadores para alzarse contra Roma.
En esta contienda, Batiato resultó muerto y los gladiadores lograron escapar al Monte Vesubio.
Sin quererlo se había proclamado en Roma una rebelión de hombres preparados para la guerra, lo que trajo consigo la Tercera Guerra Servil en Roma. Los esclavos y gladiadores que siguieron a Espartaco lucharon contra los ejércitos de Roma en varias ocasiones consiguiendo victorias en muchas de ellas.
Marco Licinio Craso, el poderoso triunviro y protector de Cayo Julio César junto con cincuenta mil hombres entrenados para dar caza fueron detrás de él.
Finalmente Roma mandó a Pompeyo para masacrar a más de cien mil rebeldes.
El cuerpo de Espartaco nunca fue encontrado.