La Virgen María, ¿descendía del Rey David o de Aarón?
Jesús, Hijo de David: el linaje real y sacerdotal del Mesías
Los Evangelios dejan en claro que José pertenecía a la descendencia de David, aunque Jesús no fuera su hijo biológico. Surge entonces una pregunta esencial: ¿cómo puede afirmarse que Cristo es descendiente del rey David?
El Nuevo Testamento insiste en que el Mesías debía proceder del linaje davídico, cumpliendo así las antiguas profecías (2 Sam 7,12; Is 11,1). Por eso, los textos sagrados recalcan que Jesús posee una ascendencia real, y con frecuencia se le denomina “Hijo de David” (cf. Mt 1,6; 9,27; 12,23; 20,30-31; Mc 10,47-48; Lc 1,69; 2,4; 18,38-39; Jn 7,42).
Cuando el propio Jesús pregunta: “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?”, todos responden: “De David” (Mt 22,42). Era una convicción general, pues las Escrituras anunciaban que el Mesías surgiría de su descendencia. Nadie podía reclamar el título de Cristo sin pertenecer a la tribu de Judá.
La filiación davídica de Jesús
Legalmente, Jesús es hijo de David a través de José, su padre adoptivo. Así lo expresan las genealogías de Mateo y Lucas: el primero presenta la línea descendente (según la naturaleza) y el segundo, la línea ascendente (según la ley). Pero surge otra cuestión: ¿podría también María, la madre de Jesús, tener sangre davídica?
El Credo proclama que Jesús “se encarnó de la Virgen María”, pero los Evangelios no especifican si ella era descendiente de David o del linaje sacerdotal de Aarón. Sin embargo, la tradición cristiana sostiene firmemente que María también pertenecía a la casa de David, lo que haría a Jesús heredero de la promesa tanto por vía legal (José) como por sangre (María).
“Del linaje de David según la carne”
Aunque los evangelistas no desarrollen este punto, san Pablo lo declara con firmeza: Jesucristo es “descendiente de David según la carne” (Rm 1,3). Del mismo modo, Pedro y Pablo recuerdan que Dios prometió a David que uno de sus descendientes reinaría sobre Israel (Hch 13,23; 2 Tm 2,8). El Apocalipsis, por su parte, llama a Cristo “el León de la tribu de Judá, la raíz de David” (Ap 5,5; 22,16).
La Tradición también se inclina en este sentido. María es reconocida como “el retoño del tronco de Jesé, padre de David”, de quien brotaría la flor mesiánica (Is 11,1-10). En una sociedad donde era común casarse dentro de la misma tribu, no resulta extraño pensar que José eligiera por esposa a una mujer de su mismo linaje.
Incluso los escritos apócrifos, como el Protoevangelio de Santiago, sostienen que María pertenecía a la casa de David. Padres de la Iglesia como san Ignacio de Antioquía y san Justino Mártir también lo dan por cierto, y santo Tomás de Aquino lo reafirma al comentar que, si Cristo es descendiente de David y María es su madre, ella no puede ser ajena a dicho parentesco.
¿Por qué los evangelistas no lo mencionan?
Si María provenía del linaje de David, cabe preguntarse por qué los evangelistas no destacaron ese dato. Tal vez consideraron evidente que, en los matrimonios entre miembros de una misma tribu, bastaba con mencionar la ascendencia del esposo. O quizá su intención principal era subrayar la filiación legal de Jesús por medio de José.
María, heredera de dos linajes
El libro del Éxodo menciona que Aarón se casó con una mujer de la tribu de Judá llamada también Isabel (Ex 6,23). Esto demuestra que los matrimonios entre tribus eran posibles y, en ocasiones, frecuentes. Por eso, no es descabellado pensar que María pudiera tener una doble ascendencia: de David por su padre, Joaquín, y de Aarón por su madre, Ana.
El Evangelio de Lucas indica que Isabel, pariente de María, era “descendiente de Aarón” (Lc 1,5.36). Padres como san Efrén y san Gregorio Nacianceno interpretan esta relación como un signo de que María tenía vínculos con la casa sacerdotal de Leví. Según san Gregorio, Dios quiso unir en Cristo la sangre real y la sacerdotal para que Él fuera, al mismo tiempo, Rey y Sacerdote.
Ascendencia real y sacerdotal en Cristo
Diversas tradiciones litúrgicas, como la copta, ven en María a la heredera de dos linajes: real por su padre Joaquín y sacerdotal por su madre Ana. Así, Jesús reuniría en su persona la doble misión mesiánica: la del rey davídico y la del sacerdote aarónico.
Esta idea coincide con las expectativas del judaísmo antiguo. En los manuscritos de Qumrán se habla de dos Mesías: uno real, descendiente de David, y otro sacerdotal, descendiente de Aarón. El profeta Zacarías también menciona a “dos ungidos que están delante del Señor” (Za 4,14).
En Cristo, sin embargo, ambos se funden en una sola persona: Él es el vástago de Isaí (Is 11,1) y la rama floreciente de Aarón (Nm 17,23), uniendo la realeza y el sacerdocio en una misma naturaleza. De esta manera, Jesús cumple plenamente las profecías mesiánicas, siendo a la vez Hijo de David y Hijo de Dios.
Conclusión: el plan perfecto de Dios
En la figura de Jesús se unen los dos linajes prometidos: el real y el sacerdotal. Es el verdadero Rey de Israel y el Sumo Sacerdote eterno, el único capaz de ofrecerse a sí mismo como sacrificio por la salvación del mundo. En Él convergen las promesas de los profetas y la esperanza del pueblo de Dios.
Así se cumple el plan divino en Cristo: nacido de la Virgen María, descendiente de David y de Aarón, verdadero Dios y verdadero hombre, Rey y Sacerdote por toda la eternidad.




 

